Falla rápido y a menudo; se ágil y disruptivo con SCRUM

El nuevo mantra en los proyectos de innovación y de las start-ups es que hay que fallar a menudo y rápido. De forma que se pueda identificar el mejor camino o curso de acción para conseguir los objetivos del proyecto.

De hecho, es parte de la filosofía ágil; desarrollar una parte del producto final, para poder inspeccionarla, probarla y testear que puede cubrir las necesidades del usuario. Y, desde un punto de vista comercial, comprobar que el mercado responde satisfactoriamente y así, asegurarnos que estamos en el camino correcto.

 

Reducción del riesgo

Hace unos años participé en un proyecto muy interesante para el desarrollo de una herramienta de software cuyo objetivo era el poder gestionar los diferentes activos inmobiliarios de las empresas o particulares. Fue un proyecto muy exitoso en términos de entrega de producto; a la finalización se disponía de las características que el promotor del proyecto quería inicialmente.

Pero… no fue un éxito comercial. ¿Razones?: desde mi punto de vista, el mayor problema fue la insistencia del propietario del proyecto de no entregar ni enseñar el producto hasta que éste estuviese completo e incorporase todas las funcionalidades deseadas. Lo que ocurrió, es que se necesitaron unos 3 años para completar el proyecto, y, si bien, el promotor disponía de un gran conocimiento del mercado, éste cambió junto con el entorno social y las necesidades de los usuarios también, de forma que lo que funcionaba al inicio del proyecto, no lo hacía a su finalización – 3 años más tarde-.

Incluso, el no disponer rápidamente de una primera versión básica, hizo que se perdieron oportunidades de venta a clientes que necesitaban una solución y que, tuvieron que buscarla en el mercado en ese momento y por lo tanto, desaparecieron como clientes potenciales.

Con SCRUM primero consigue que funcione y luego puedes mejorar el producto
Make it work and make it better

Si se hubiese seguido un enfoque más ágil y basado en la detección prematura de errores y de requisitos, probablemente, -mejor dicho, seguramente- el producto final hubiese sido diferente y hubiese contenido otras soluciones o incorporado funcionalidades alternativas. O, en el peor –o mejor-, de los casos, el proyecto hubiese sido cancelado con el beneficio para el promotor de que su inversión hubiese tenido una mayor rentabilidad o, por otra parte, podría haber invertido sus recursos en otro proyecto más interesante (el dichoso coste de oportunidad).

Así, el entregar temprano y periódicamente resultados que se puedan contrastar en el mercado y/o con los usuarios, se reduce, sin duda, el riesgo del proyecto, y ayuda a que éste tenga más posibilidades de éxito.

 

¡Fracasemos!… ¿fracasemos?

De cada fracaso o de cada error, por tanto, se pueden obtener experiencias que ayudan tanto a evolucionar el proyecto en el camino correcto, como para que otros proyectos se aprovechen y hagan que sus proyectos sean más eficientes. Por lo que es una de las mayores fuentes de conocimiento y de generación de valor que las organizaciones tienen.

Pero no siempre las organizaciones ven con buenos ojos los fallos, ya que esto supone gastos y re-trabajo y puede retrasar la salida al mercado de un producto, aunque éste tenga más riesgo de fracasar. De hecho, deberíamos plantearnos que el tomarse demasiado a la ligera el lanzarnos a desarrollar proyectos “a lo loco” para comprobar la respuesta del mercado, es algo que no es ni eficiente ni responsable desde el punto de vista del uso de recursos ajenos.

 

Cambio de paradigma: be agile my friend

En mi opinión, el paradigma en el desarrollo de los proyectos innovadores ha cambiado y no se pueden desarrollar productos sin que se produzcan errores, tanto estratégicos como de desarrollo. Como hemos visto, de ellos la organización aprenderá y será capaz de mejorar. De hecho, en vez de demonizar los errores, se debe tener una actitud abierta y positiva que permita que los implicados en el desarrollo de un proyecto puedan arriesgarse, ser disruptivos e innovadores, lo que marcará la diferencia. Pero sin perder de vista que los recursos son limitados y casi siempre de terceros, por lo que la responsabilidad y la profesionalidad del equipo es clave.

Por lo que podríamos concluir que la clave, realmente, no debería ser abrazar y fomentar el fracaso, sino la capacidad de recuperación, por lo que el objetivo no debe ser glorificar errores, sino cultivar la capacidad de adaptarse y aprender de ellos. Así, hay que balancear y encontrar el equilibrio perfecto, pero nadie dijo que fuese fácil, ¿verdad?

 

Si quieres conocer más sobre cómo desarrollar proyectos ágiles, te invito a que te informes sobre nuestro curso focalizado en la gestión ágil con SCRUM.